Hoy volvemos a hablar de dinero, el recurso por el cual más tiempo de nuestra vida invertimos. Desde pequeño siempre me han dicho que el dinero no da la felicidad. Sin embargo, los niños a mi alrededor siempre parecían muy felices jugando con sus juguetes nuevos, algo que a mí sólo me estaba reservado para navidades. El resto del año con una pelota y fútbol era más que suficiente. Quizás fuera que mis padres siempre han sido frugales y me querían inculcar su modo de vida. Quizás fuera porque sabían algo de la vida que a mí se me escapaba.
Sea como fuere fui creciendo y experimentando el mundo por mí mismo. Para muchos de mis amigos la felicidad consistía siempre en gastarse dinero, ya fuera comprando un coche nuevo, o bien yendo a cenar y luego al cine todas las semanas. Mis amigos fiesteros preferían ir a las discotecas a gastarse todo lo que tenían (y todo lo que no) en bebidas. Quizás yo siempre haya sido raro y ese tipo de cosas nunca me han dado una felicidad duradera.