Vivimos en un mundo en el que estamos conectados a todas horas, desde que nos levantamos hasta que nos vamos a la cama. Mirad, si no, un día cualquiera. Nos despertamos apagando la alarma que hemos programado en el móvil la noche anterior. Después, comprobamos el correo, WhatsApp, redes sociales, etc. Muchas veces, hasta desayunamos mientras leemos las noticias o vamos al baño con el móvil en la mano. Si eres de esas personas que cogen el transporte público, puedes observar que la mayoría de las personas pasan el trayecto mirando el teléfono o escuchando música desde el móvil (o ambas cosas a la vez). Son pocas las personas que se dedican a leer o mirar por la ventana.
Llegas al trabajo y, si es en una oficina, prepárate para estar 8 horas sentado delante de un ordenador, atendiendo el teléfono, escribiendo correos.. A veces, hasta comemos mirando la pantalla o sacamos fotos de nuestros deliciosos platos para que completos desconocidos de Instagram vean lo bien que comemos. Al volver a casa, aprovechamos para ponernos al día con la familia o los amigos, ya sea llamando por teléfono o mandando mensajes. Después, un ratito de sofá, televisión, película o seguir con el ordenador. Y, al irnos a dormir, lo último que miramos es el móvil. ¿Os suena?
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